domingo, junio 30, 2013

Por mi parte

Me dispongo al fin a olvidarme de ti, a esconder bajo una gruesa capa todo lo que recuerdo.

Una tonada cantada a coro, un monólogo de por qués sin respuesta, un pastel de cumpleaños, tu perro estropeando mis zapatos, una sudadera, tu camisón entre nosotros, una charla en la banca del parque, el sobre de cartas sin entregar, tu cabello rojo, la ducha juntos, mariposario de Chapultepec, luz de día, el café de la parroquia, malecón, incendiar la calurosa noche, llevarte al baño y detener tu cabello, mudanzas, una foto con dedicatoria, fiestas de cumpleaños, enseñar a andar en bici, muebles para llenar la casa, primera comunión, navidades, reyes, me voy, ¿cuándo regresan?, no puedo con esto, aquí me quedo, ya no es lo mismo, cine como dos extraños...

Con poco más que decir, confundido, entre triste y desubicado mi voz cede al silencio y no sale nada mejor. Así que toma tu sudadera, tu brillante mirada angelical y emprende el viaje. Busca tu lugar, quédate en la memoria y vete.

Vete y no mires atrás.

Aquí me quedo pensando si lo hice bien o mal. Si tuve algo por hacer para impedir la despedida. Si nos quedaron noches por vivir o las gastamos todas.

Por mi parte, aquí me quedo.

Y me quedo,
al fin,
contigo.

miércoles, junio 26, 2013

Miedo

Lo que siento al pensar que algún día voltees a mirar a quien camina a tu lado mientras toma tu mano y que no sea yo. Que el "te amo" que escapa de tus labios no sea para mis oídos.

Eso es miedo.

martes, junio 25, 2013

No quiero dormir despierto

Otra noche sentado frente al monitor.


Llevo varios días con el firme propósito de escribir algo prendido de entusiasmo y color, unas pinceladas de esperanza en este cuadro compuesto de matices grises.


Quisiera que cada palabra plasmada mitigara las frías sombras que en estos tiempos nos envuelven. Cada coma fuera una nueva ilusión. Cada nuevo punto un motivo más para el olvido.

La realidad es otra muy distinta. La imaginación no la podemos forzar. Tiene que fluir sin condición.

¿Dónde quedó mi rebeldía? ¿En qué momento las olas de este tiempo absorbieron mi coraje?

En el monitor veo reflejado el rostro de mi fiel amigo, siempre pendiente a la voz de su amo. Al verlo comprendo la metamorfosis por la cual estoy pasando.

¿En qué instante me vacunaron contra la rabia? ¿En qué etapa de mi vida me acostumbre al bozal?

Los días pasan y me siento envejecer a pasos agigantados. No importa la condición del amo, allí estoy yo, fiel servidor, como mero perro faldero. Hubo una época en la que nos hubiésemos hecho paso a mordiscos ante tanta injusticia.

Hoy la realidad es distinta. Apenas se escapa algún ladrido perdido e inmediatamente se pierde en el vacío.

Quiero volver a ver con mis ojos. Deseo tornar a distinguir los colores. Que llegue a mí el aroma de la libertad. 

Anheló saborear el gusto del sueño sereno.

lunes, junio 24, 2013

Ciento cincuenta y cuatro

Los he contado. Ciento cincuenta y cuatro días a la fecha separados.

Dicen que el tiempo cura todo. Debo ser inmune a ese remedio, me siento tan miserable como el primer día. Peor, de hecho. Albergaba una esperanza, una luz que iluminaba mis negros y aciagos días, y esa flama recién fue extinguida.

Cinco meses y tres días, doce horas y quince minutos. Lo sé porque el único sonido en casa es el incesante tic-tac del reloj. Sin sus voces, sin sus risas este lugar es un mausoleo donde quedaron encerrados mis huesos. Por lo menos ese sonido me recuerda que mi corazón todavía late, aunque a esto no se le puede llamar vivir.

Trato de mantener los cuartos cerrados, no sea que salga de pronto algún recuerdo y me tome por sorpresa. Cuando sucede me toma días sacudírmelo de encima, y su peso sobre mis hombros me causa un dolor de espalda terrible.

Tres mil setecientas ocho horas y veinte minutos.

Esa cuenta tiende al infinito.

Como mi tristeza.

domingo, junio 23, 2013

martes, junio 18, 2013

Llueve en casa

Me he pasado toda la mañana recogiendo agua en la sala. No es que se haya roto ninguna tubería, ni tampoco que la lavadora se haya estropeado por los trapos sucios de todos estos años de relación. Es que, desde que te has ido, no deja de llover en casa.

¿Sabes lo difícil que es preparar la ensalada con un paraguas en la mano, o aguantar cada mañana la reprimenda de la vecina que se queja de las goteras? ¿Te haces una idea del estrés que supone tener que zambullirme bajo el agua para abrir la llave y poder prepararme un café? ¿O despertar en mitad de la madrugada sobresaltado, cayendo en la cuenta de que he olvidado regar las plantas?

No dejo de quitar nubes de lo alto del armario. Nubes grises, nubes negras. Nubes de todos los colores y texturas.

¿Crees que no me daba cuenta de cómo brillabas cuando salías por la puerta? Te ibas radiante, de sobra sabía que te habías llevado puesto el sol. Menos mal que aún conservo un trozo de luna llena que ilumina, al menos, los rincones más oscuros de nuestra habitación. De lo contrario jamás me atrevería a mirar en ellos, por si tropiezo con recuerdos y en ellos salimos tú y yo.

Y te sorprende que la luna esté de mi lado. ¿Quién crees que le platicaba cada noche en la ventana? Al final, cuando empezó a refrescar y me vi obligado a cerrarla, sin decirme nada, se coló en la habitación.

Pero ahora tengo miedo. Miedo de no volver a ver la luz del día. ¿Qué hago yo sin halo de luz que refleje lo que fuimos? ¿Qué hago yo, si ahora casi siempre es de noche y llueve?

Me he pasado la mañana con antigripales y el impermeable puesto.  ¿Qué más da que cierre ahora las ventanas, si el vendaval está en casa? ¿Para qué las mantas y los abrigos, si mi frío lo llevo dentro?

Te has ido y ya no brilla el sol. Las gotas apagan mis cigarros e inundan el café. El techo está gris y ya no sé si llueve aquí o acaso lloro yo. Lo único que sé es que me atrapan las raíces en el pasillo, que mi canoa se parte en los rápidos que descienden escaleras abajo, que el fango me atrapa en la cocina, que mi camino se hunde y mis huellas desaparecen. Que en el baño se ha roto el espejo y que los siete años de ruina comenzaron en el momento en que al mirarlo ya sólo me veía a mi.
 

Está bien, vete a donde quieras con nuestra historia si es lo que deseas.
Pero eso sí, un último favor te pido.
Al salir, si puedes, déjame encendidas las estrellas. 

martes, junio 04, 2013

De plurales y singulares

Dejar en desuso el pronombre personal en singular y sustituirlo por el plural es signo inequívoco de amor o, cuando menos, de sentirse cómplice de algo que es mayor a la suma de sus partes. Al paso del tiempo se convierte también en un hábito. Se utiliza siempre el "nosotros" al hablar de planes y proyectos.


Lo que nunca dijo nadie es lo difícil de intentar realizar ese proceso a la inversa.

Jamás llegué a pensarlo.