Caminaba por la calle matando el tiempo, subiendo, bajando… entre tanto y tanto, aunque por la mañana te llamé, no fue hasta en la tarde que, después de estar inventando cosas por hacer, de pronto te sentí.
La tarde fresca. En la calle un vientecillo soplaba tenue acariciando mi cara, pasando entre mi cabello y el sol abrazando mi espalda. En ese momento, ese instante de tranquilidad me recordó a ti. Sin querer, o queriendo, me remonté al tiempo, cuando al inicio, caminábamos por las calles. El sol nos sonreía, el viento nos empujaba uno junto al otro. Sentí nuevamente tu mano en mi mano, suave, los dedos entrelazados. Volví a sentir esa tranquilidad que, a veces, no comprendía cuando estaba contigo, en tu presencia. Nos recordé caminando por la calle creando un mundo sólo para nosotros. Un mundo mágico, místico, único.
Tan real y vívido fue el recuerdo que pude vernos otra vez de la mano andando por las banquetas, cruzando calles, soñando; sintiendo que la vida era buena, sin preocuparnos por el mañana, por la hora o por el tiempo lluvioso. Sin un lugar a donde ir, eso no era importante.
¡¡¡Dios!!! cómo deseé verte.
Deseé encontrarte a la vuelta de la esquina y caminar de nuevo junto a ti.
¡No lo soporte! No aguanté y te llamé nuevamente y... no estabas. No te encontré. Cayó mi ilusión de caminar contigo al menos teniéndote al teléfono. Oír tu voz fue imprescindible y necesario en ese momento, sin embargo, quien contestó me informó de tu ausencia en casa.
La tristeza inundó mi corazón, mi alma y mi ser. Hoy, en ese instante, entendí cuánto perdí y cuánto se fue contigo.
Es extraño como a medida de que pasa el tiempo, recuerdo las pequeñas cosas que disfrutaba contigo y que creo nunca te dije.
Rumiando mis pensamientos también comprendí que ahora, tal vez, otras manos se entrelazan en las tuyas, que otro es el que contigo camina. Te vi cruzando calles y avenidas, caminando sin rumbo, sólo por el placer de hacerlo. Te vi andando por ahí con el sol abrazando tu espalda, el viento rozando tu cara y una tarde compartida con otro que no soy yo. Y aún sabiendo todo eso tuve que reprimir mis deseos, porque te extrañé tanto que quise irte a buscar; tuve que frenar mis impulsos para no salir corriendo y jugar a encontrarte. Tuve miedo, no de hallarte sino de verte acompañada, por eso desistí.
En este momento, cuando el sol ya ha caído y la tarde se ha ido, reflexiono acerca de lo que sentí. No me explico qué pudo hacer que te extrañara como hoy te extrañé... Tal vez el viento me susurró al oído tu voz, o quizá me trajo el aroma de ti, ésa, tu esencia que tanto me gusta... quizá el mismo sol que acariciaba mi espalda tuvo algo que ver, porque esa sensación de un cálido y suave toque fue muy semejante a cuando contigo me encontraba bien, sin pelear, sin enojarnos, sólo siendo yo mismo junto a ti. Y aunque suene a locura he de decirte que te sentí como hace mucho; no sé si hayas estado en la calle o en algún lugar cerrado, solo sé que el aire me decía hacia donde mirar y mi corazón hacia donde caminar, pero no hice caso, esta vez...
Esta vez te dejé ir, a pesar de que nunca como hoy te había extrañado tanto.
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