Cada noche, cuando termino de escribir, apago la luz y antes de acostarme,
trato de decir tu nombre en silencio.
Quiero encontrar una palabra parecida a tu nombre,
Para que si alguien me escucha, no se enteren de mi secreto.
Cómo quisiera cada noche poder decir tu nombre sin el temor del sonido,
sin tener que pensar en lo que pensarán los demás,
cuando lo único que importa, aunque no te importe, es lo que piensas tú.
La noche está llena de silencios y vacía de ti.
Mis ojos, a punto de cerrarse por cansancio de nada,
deberán encontrar un pretexto ideal para seguirte
viendo con los parpados cerrados y soñarte,
para descansar de todo, menos de ti.
Esta alma, que consume su tiempo escribiendo,
mientras tú bailas, o duermes o hablas tan lejos de ella,
no logra escaparse de ti
y se mofa de sí misma cuando se ve tan humillada
por la insistencia de pensarte.
Y cuando llega la luz del día,
y mis ojos aún cansados se reabren,
quisieran inaugurar su día con la hermosa imagen tuya.
Pero no estás,
al menos no aquí conmigo.
Alguien más tendrá la dicha de verte antes que yo.
Tú misma quizás
cuando te pares frente al espejo a contemplarte
con vanidad por saberte bella.
Y yo que ya no sé cómo terminar esto que empecé sin darme cuenta,
deberé intentar que mi rutina continúe
y rezar por un milagro clandestino,
y esperar no sé hasta cuándo para poder gritar tu nombre,
y verte a los ojos
y decirte que ya no eres un sueño…
Sino, más bien,
mi más ansiado despertar.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario