Dame un minuto de vida.
Voltea la vista hacia la luna,
búscame entre las nubes más blancas,
ahí, donde te indique tu corazón.
Extráñame, deséame, dame un beso,
grítame con los ojos, sólo con una mirada
dime cuánto me quieres, explícale al silencio
como inventamos las palabras con nuestros ojos.
Cuántas veces me has lo has dicho
todo con una mirada.
Ése que te buscó, éste que está esperando por ti
es ya sólo tuyo, creado por ti,
inventado por una casualidad fantástica en tus manos,
en un hilo de tus dedos, en el color de tus uñas blancas
que amo cuando no veo,
cuando siento que me acaricias desde lejos,
cuando me despierto por un suspiro de tu aliento,
cuando el saludo fresco de la mañana me trae contigo
después de haber dormido sin ti.
Nunca más contigo, siempre ya sin ti.
Todos los días es siempre,
todo el pasado es ya nunca,
los treinta segundos que vivo pensando,
recordándote, dándote mil pedazos del canto
de los pájaros que me dicen tu nombre,
de tu risa que está en el ruido del agua que corre,
de tu sonrisa que es el dibujo perfecto del cielo
cuando se torna de azul profundo.
Ven por mí, llévame un minuto,
aléjame de esta vida.
Muéstrame la vida desde dentro de ti,
desde el minuto en que estamos juntos,
desde el infinito que no empieza ni acaba
cuando me veo reflejado en tus ojos,
en tu espalda, sin llaves, para abrir tu corazón.
Permíteme devolverme a donde no estoy,
Llévame, dame todo lo que no he descubierto,
lo que no has renovado del fondo de mi aliento.
Abrázame, sorpréndeme dándome un beso que tanto espero.
Un minuto de tu vida,
el renacer para mí.
miércoles, septiembre 20, 2006
martes, septiembre 19, 2006
Poema breve
No es cierto, dijiste,
No lo era, cierto,
Estuviste en lo cierto.
No era mentira, tampoco,
Pero tampoco era cierto.
Ya pasara con el tiempo
O se pasara el tiempo,
Sin que pase nada
Hasta que no haya tiempo.
No habrá mas nada
O habrá mas de nada
O un "gracias" y un "de nada"
Y luego no volverá a haber nada.
No soy capaz, repetiste,
Nunca lo he sido, afirmaste,
Y te repetiste en tu historia misma
Capaz o incapaz, de empezar a odiarme.
Y ahí seguimos,
Siguiendo la vida,
Tu siempre cansada,
Y yo siempre tan triste
Y a veces cansado de que estés cansada.
No lo era, cierto,
Estuviste en lo cierto.
No era mentira, tampoco,
Pero tampoco era cierto.
Ya pasara con el tiempo
O se pasara el tiempo,
Sin que pase nada
Hasta que no haya tiempo.
No habrá mas nada
O habrá mas de nada
O un "gracias" y un "de nada"
Y luego no volverá a haber nada.
No soy capaz, repetiste,
Nunca lo he sido, afirmaste,
Y te repetiste en tu historia misma
Capaz o incapaz, de empezar a odiarme.
Y ahí seguimos,
Siguiendo la vida,
Tu siempre cansada,
Y yo siempre tan triste
Y a veces cansado de que estés cansada.
martes, septiembre 05, 2006
¡Nunca como hoy te había extrañado tanto!
Caminaba por la calle matando el tiempo, subiendo, bajando… entre tanto y tanto, aunque por la mañana te llamé, no fue hasta en la tarde que, después de estar inventando cosas por hacer, de pronto te sentí.
La tarde fresca. En la calle un vientecillo soplaba tenue acariciando mi cara, pasando entre mi cabello y el sol abrazando mi espalda. En ese momento, ese instante de tranquilidad me recordó a ti. Sin querer, o queriendo, me remonté al tiempo, cuando al inicio, caminábamos por las calles. El sol nos sonreía, el viento nos empujaba uno junto al otro. Sentí nuevamente tu mano en mi mano, suave, los dedos entrelazados. Volví a sentir esa tranquilidad que, a veces, no comprendía cuando estaba contigo, en tu presencia. Nos recordé caminando por la calle creando un mundo sólo para nosotros. Un mundo mágico, místico, único.
Tan real y vívido fue el recuerdo que pude vernos otra vez de la mano andando por las banquetas, cruzando calles, soñando; sintiendo que la vida era buena, sin preocuparnos por el mañana, por la hora o por el tiempo lluvioso. Sin un lugar a donde ir, eso no era importante.
¡¡¡Dios!!! cómo deseé verte.
Deseé encontrarte a la vuelta de la esquina y caminar de nuevo junto a ti.
¡No lo soporte! No aguanté y te llamé nuevamente y... no estabas. No te encontré. Cayó mi ilusión de caminar contigo al menos teniéndote al teléfono. Oír tu voz fue imprescindible y necesario en ese momento, sin embargo, quien contestó me informó de tu ausencia en casa.
La tristeza inundó mi corazón, mi alma y mi ser. Hoy, en ese instante, entendí cuánto perdí y cuánto se fue contigo.
Es extraño como a medida de que pasa el tiempo, recuerdo las pequeñas cosas que disfrutaba contigo y que creo nunca te dije.
Rumiando mis pensamientos también comprendí que ahora, tal vez, otras manos se entrelazan en las tuyas, que otro es el que contigo camina. Te vi cruzando calles y avenidas, caminando sin rumbo, sólo por el placer de hacerlo. Te vi andando por ahí con el sol abrazando tu espalda, el viento rozando tu cara y una tarde compartida con otro que no soy yo. Y aún sabiendo todo eso tuve que reprimir mis deseos, porque te extrañé tanto que quise irte a buscar; tuve que frenar mis impulsos para no salir corriendo y jugar a encontrarte. Tuve miedo, no de hallarte sino de verte acompañada, por eso desistí.
En este momento, cuando el sol ya ha caído y la tarde se ha ido, reflexiono acerca de lo que sentí. No me explico qué pudo hacer que te extrañara como hoy te extrañé... Tal vez el viento me susurró al oído tu voz, o quizá me trajo el aroma de ti, ésa, tu esencia que tanto me gusta... quizá el mismo sol que acariciaba mi espalda tuvo algo que ver, porque esa sensación de un cálido y suave toque fue muy semejante a cuando contigo me encontraba bien, sin pelear, sin enojarnos, sólo siendo yo mismo junto a ti. Y aunque suene a locura he de decirte que te sentí como hace mucho; no sé si hayas estado en la calle o en algún lugar cerrado, solo sé que el aire me decía hacia donde mirar y mi corazón hacia donde caminar, pero no hice caso, esta vez...
Esta vez te dejé ir, a pesar de que nunca como hoy te había extrañado tanto.
La tarde fresca. En la calle un vientecillo soplaba tenue acariciando mi cara, pasando entre mi cabello y el sol abrazando mi espalda. En ese momento, ese instante de tranquilidad me recordó a ti. Sin querer, o queriendo, me remonté al tiempo, cuando al inicio, caminábamos por las calles. El sol nos sonreía, el viento nos empujaba uno junto al otro. Sentí nuevamente tu mano en mi mano, suave, los dedos entrelazados. Volví a sentir esa tranquilidad que, a veces, no comprendía cuando estaba contigo, en tu presencia. Nos recordé caminando por la calle creando un mundo sólo para nosotros. Un mundo mágico, místico, único.
Tan real y vívido fue el recuerdo que pude vernos otra vez de la mano andando por las banquetas, cruzando calles, soñando; sintiendo que la vida era buena, sin preocuparnos por el mañana, por la hora o por el tiempo lluvioso. Sin un lugar a donde ir, eso no era importante.
¡¡¡Dios!!! cómo deseé verte.
Deseé encontrarte a la vuelta de la esquina y caminar de nuevo junto a ti.
¡No lo soporte! No aguanté y te llamé nuevamente y... no estabas. No te encontré. Cayó mi ilusión de caminar contigo al menos teniéndote al teléfono. Oír tu voz fue imprescindible y necesario en ese momento, sin embargo, quien contestó me informó de tu ausencia en casa.
La tristeza inundó mi corazón, mi alma y mi ser. Hoy, en ese instante, entendí cuánto perdí y cuánto se fue contigo.
Es extraño como a medida de que pasa el tiempo, recuerdo las pequeñas cosas que disfrutaba contigo y que creo nunca te dije.
Rumiando mis pensamientos también comprendí que ahora, tal vez, otras manos se entrelazan en las tuyas, que otro es el que contigo camina. Te vi cruzando calles y avenidas, caminando sin rumbo, sólo por el placer de hacerlo. Te vi andando por ahí con el sol abrazando tu espalda, el viento rozando tu cara y una tarde compartida con otro que no soy yo. Y aún sabiendo todo eso tuve que reprimir mis deseos, porque te extrañé tanto que quise irte a buscar; tuve que frenar mis impulsos para no salir corriendo y jugar a encontrarte. Tuve miedo, no de hallarte sino de verte acompañada, por eso desistí.
En este momento, cuando el sol ya ha caído y la tarde se ha ido, reflexiono acerca de lo que sentí. No me explico qué pudo hacer que te extrañara como hoy te extrañé... Tal vez el viento me susurró al oído tu voz, o quizá me trajo el aroma de ti, ésa, tu esencia que tanto me gusta... quizá el mismo sol que acariciaba mi espalda tuvo algo que ver, porque esa sensación de un cálido y suave toque fue muy semejante a cuando contigo me encontraba bien, sin pelear, sin enojarnos, sólo siendo yo mismo junto a ti. Y aunque suene a locura he de decirte que te sentí como hace mucho; no sé si hayas estado en la calle o en algún lugar cerrado, solo sé que el aire me decía hacia donde mirar y mi corazón hacia donde caminar, pero no hice caso, esta vez...
Esta vez te dejé ir, a pesar de que nunca como hoy te había extrañado tanto.
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