Empecemos por el principio.
Aparte de un pobre diablo
soy un triste ser solitario,
un simple perdedor...
Mi vida está marcada por la soledad.
Siempre creciendo solo,
buscando solo y a veces
muriendo solo...
Puedes preguntarme quién soy yo,
y así podré decirte que soy un ser amado
por mi fiel soledad...
Ya sé que lo que digo es reiterativo,
pero así es la soledad, muy insistente,
encadenada a mi vida, disuelta en mis venas...
Si me veo al espejo veo un ser nostálgico,
con unos ojos tristes e interrogantes,
con el alma al suelo,
con miedo en el mañana...
Así que al verme concluyo
que el mío es el rostro de un solo.
Un solo rostro, una sola mirada,
una sola vida, o una vida sola...
¿Por qué tan solo? -me preguntas-
No lo sé, tengo muchas cicatrices.
Quizá la soledad las cura
o las mantiene vivas (ojalá lo supiera)
Es mejor que me vaya.
La verdad, no quiero ser grosero,
lo que pasa es que más bien,
quiero estar solo...
viernes, mayo 16, 2008
jueves, mayo 15, 2008
A veces la poesía se revela en formas extrañas.
Mariposa unas, colmillos de una bestia en otras. Pero siempre está ahí... La siento más que un ángel guardián, es una ventaja en la vida, un corazón ajeno, un dolor que no me mata, una versión de mí mismo que no se da a conocer. Sólo existe.
Es como ver la belleza en la muerte, o los ojos de un ciego. Porque de la poesía no sé nada, sólo siento cómo penetra poco a poco en mis poros y me llena de su aliento embriagador. Sólo sé entonces que no hay visión más distorsonada que la de mi mente enloquecida, o que hay fuerza en las palabras como para crear dioses. Tal pareciera que los secretos del mundo se revelan lentamente cuando la poesía fluye por tus venas. Te sientes poseedor de una verdad desconocida; un ser más qué único: un híbrido entre amante y masoquista, la expresión plena de la desilusión.
No creo que yo sea un poeta. A veces bebo pequeños sorbos de su dulce néctar, y dejo que la realidad pierda sentido para hundirme en mi propio mar. Me gustan esas noches cálidas cuando tengo a un poeta por imaginaria compañía, la bohemia sacudiendo el ambiente, y cada palabra se tergiversa en un sinfín de metáforas y significados ocultos, listos para ser interpretados. Amo la sonrisa de la Musa, quien con un guiño mueve mi pluma y con un gesto derrumba mi ilusión. Espero con paciencia que me visiten los fantasmas; el olvido no puede con ellos, y han de traerme noticias de mi pasado, balas para mi artillería de versos.
A veces la poesía simplemente no se revela. Y escribes y escribes, no sabes qué es lo que estás diciendo, solo dejas que cada palabra se explique por sí misma y el contexto pierda forma. Que no haya más ruido que un sollozo ahogado de la Luna. El viento se desliza por debajo de tu cama, y se lleva consigo el deseo del año pasado, las estrellas que guardaste para no olvidar, un amor que nunca cultivaste lo suficiente. Y puedes reír con regocijo, saberte solo y humillado, y aún así dejar que tu boca dibuje una sonrisa plena. ¿Será que hay más de un filo en toda arma poética?
Lo mejor que sé de la poesía es que existe. Y que nunca la he de abandonar. Que de alguna enfermiza manera será un camino alterno, que quizá me lleve a la destrucción, que es muy posible que muera ahogado en la tinta de mis sueños. Pero nunca renunciaré al acariciado deseo de vivir como humano y fallecer como poeta.
Mariposa unas, colmillos de una bestia en otras. Pero siempre está ahí... La siento más que un ángel guardián, es una ventaja en la vida, un corazón ajeno, un dolor que no me mata, una versión de mí mismo que no se da a conocer. Sólo existe.
Es como ver la belleza en la muerte, o los ojos de un ciego. Porque de la poesía no sé nada, sólo siento cómo penetra poco a poco en mis poros y me llena de su aliento embriagador. Sólo sé entonces que no hay visión más distorsonada que la de mi mente enloquecida, o que hay fuerza en las palabras como para crear dioses. Tal pareciera que los secretos del mundo se revelan lentamente cuando la poesía fluye por tus venas. Te sientes poseedor de una verdad desconocida; un ser más qué único: un híbrido entre amante y masoquista, la expresión plena de la desilusión.
No creo que yo sea un poeta. A veces bebo pequeños sorbos de su dulce néctar, y dejo que la realidad pierda sentido para hundirme en mi propio mar. Me gustan esas noches cálidas cuando tengo a un poeta por imaginaria compañía, la bohemia sacudiendo el ambiente, y cada palabra se tergiversa en un sinfín de metáforas y significados ocultos, listos para ser interpretados. Amo la sonrisa de la Musa, quien con un guiño mueve mi pluma y con un gesto derrumba mi ilusión. Espero con paciencia que me visiten los fantasmas; el olvido no puede con ellos, y han de traerme noticias de mi pasado, balas para mi artillería de versos.
A veces la poesía simplemente no se revela. Y escribes y escribes, no sabes qué es lo que estás diciendo, solo dejas que cada palabra se explique por sí misma y el contexto pierda forma. Que no haya más ruido que un sollozo ahogado de la Luna. El viento se desliza por debajo de tu cama, y se lleva consigo el deseo del año pasado, las estrellas que guardaste para no olvidar, un amor que nunca cultivaste lo suficiente. Y puedes reír con regocijo, saberte solo y humillado, y aún así dejar que tu boca dibuje una sonrisa plena. ¿Será que hay más de un filo en toda arma poética?
Lo mejor que sé de la poesía es que existe. Y que nunca la he de abandonar. Que de alguna enfermiza manera será un camino alterno, que quizá me lleve a la destrucción, que es muy posible que muera ahogado en la tinta de mis sueños. Pero nunca renunciaré al acariciado deseo de vivir como humano y fallecer como poeta.
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