domingo, noviembre 23, 2014

Del olvido y otras formas de perderte

Era abril,
había llovido tanto
que los charcos pensaban que eran parte del mar.
Crecían flores por las grietas de las aceras,
por eso no te vi en ese momento,
cuando pasaste por mi lado.
Hacía tiempo,
un año, tal vez dos,
a cierta edad el tiempo que transcurre
solo se cuenta en tartas de chocolate
y sonrisas complicadas de traducir.

Tocaste mi espalda creo,
aunque tal vez fue mi espalda la que acarició tu mano,
tú siempre fuiste alérgica a los perros callejeros.
Luego sonreíste.
He de confesar que de no hacerlo
ni siquiera hubiera sabido que eras tú.
Pero esa sonrisa era mía.
La había provocado tantas veces
que de algún modo siempre
me he sentido partícipe de ella.
Incluso en este tiempo que se la habrás regalado a cualquiera
cuando intuía que lo hacías me culpaba
por no haberte hecho llorar lo suficiente.

Abril, a punto de cumplir años
y pedir el deseo de olvidarte
y te pegaste a mi espalda para que tu aroma
me dijo tu nombre antes de verte.

- ¿Como estás? preguntaste.
- Cuanto tiempo. Añadiste.
- Un año, tal vez dos. Dije.
- Hacen casi cuatro años. Confesaste ruborizada.

No había cambiado tanto,
tenía los mismos ojos de gata
a las doce de la noche en callejones oscuros,
el pelo más largo, más claro,
como si en un alarde de creatividad
a su peluquera le hubiera fallado el pulso.
No lucía escote y el pantalón más ancho
que cuando paseaba por el barrio
dejando un orgasmo en cada puerta.

- Cuatro años. Repitió.

Supongo que sin ella cualquier día había sido más largo.
Que perdí la cuenta y el calendario
era una bola de papel en el aire
con la que erraba el lanzamiento
todos los meses.

- Estás igual. Dijo.
No supe que hacer con su recuerdo en ese momento.
Como si de golpe hubiera estado intentado olvidar
algo que en realidad ya no necesitaba.

Ni siquiera cuando sonrió
sentí que aquellos labios
hubieran atado los míos
al borde una copa.

- Tengo que irme. Dije.
Como quien escapa del ruido del pasado
cerrando todas las puertas del destino.

Caminé hasta casa, extraño, confuso,
con la sensación de haber perdido las llaves
del resto de mi vida
y esa tristeza infinita en el pecho
de quien ya no tiene de quien olvidarse.

- Cuatro años. Me dije en voz alta sorprendido.
Seguramente ni siquiera era abril.

lunes, julio 21, 2014

lunes, mayo 12, 2014

Dispara

Un día te darás cuenta que nunca nos perdimos,
simplemente nos dejamos vencer.
Y será tarde.

Una bala,
rebota en la pared,
peina el aire con un silbido,
rompe una lámpara,
y dos macetas de la plaza,
esquiva a la multitud sutilmente,
se coloca en mitad de tu camino
y te da justo en el centro del cerebro.
A ti, que solo pasabas por allí.
Eso es el amor.

Y nosotros, hemos salido ilesos
a pesar de que lo nuestro más que azar
fue un suicidio.

Que nos miramos de frente y de perfil
como en una película del oeste
y descargamos nuestros ojos sin piedad.
Tú en los míos
y yo en tu cuerpo.

Pero nos dejamos vencer porque el miedo
sabe más de desamor que el diccionario.

Ahora somos las mentiras de un borracho,
la caída de una niña en bicicleta,
ahora estamos enseñando matemáticas,
a un cerebro que nos niega cualquier suma
que no de por resultado nuestros nombres.

Pero es tarde.
Para un reloj cuya alarma dejó de sonar
porque preferimos seguir soñándonos
a despertar y contemplar
que quizás ya,
no nos estábamos esperando.

Hoy es noviembre todo el día,
pensaba en ti,
tenía esa sensación extraña que me visita a veces,
ya tú la conoces esa de necesitarte
y arrancarnos la ropa a mordiscos,
la piel a lametones.
Esa en la que te tumbas en la cama
y yo desde el escritorio,
te leo un poema donde sales tan desnuda,
que te follan todas mis palabras
en posturas que aún ni conocías.
Esa en la que en un beso,
conseguíamos que el noticiero nos resultara cómico.
Y la vida un baile.

Y por un momento,
un instante de esos que resultan eternos,
he querido pasar por allí,
por donde estés,
en cualquier sitio,
así al azar ya sabes
y que una bala con tus dos apellidos
me atraviese otra vez la piel,
como un suicidio.

Aunque sea tarde.

jueves, abril 17, 2014

Abril, por ejemplo

El verdadero problema de estar solo es saber que existes.

¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?

Pues con mi corazón, lo mismo.

Hasta esta chica desconocida
que pasa ahora como un vendaval por mi lado sin mirarme,
me duele.

Supongo que todo masoquismo empieza en una ausencia.

Abril me cabe en el bolsillo,
es fácil perderlo,
cuando se vaya no me sentiré como Sabina.
No me pueden robar lo que no es mío.
Desde que no encuentro tu cintura
es como si el mundo me lo hubieran prestado
y estén siempre a punto de exigirme su vuelta.

Como vivir en una deuda infinita
en la que nunca podré pagar
todos los errores.

Se parece a ti la chica de la barra,
quizás más morena y menos alta,
los ojos más oscuros,
el cabello  más riachuelo que cascada,
las tetas menos juntas y su culo
no parece un columpio en movimiento.
Ahora que lo pienso fríamente,
si comparo tu belleza con la suya,
ni siquiera me parece una mujer.

Esta nostalgia es cruel
como leer el diario
de una hija adolescente.
Como música ambiental de los centros comerciales
a las diez de la mañana,
o el silencio de una cena familiar.

Intuyo que todo olvido comienza con otro nombre.

Decía con los ojos en mi boca.
- Eres el único hombre que jamás
me ha hablado de otra mujer-
Como si eso me hiciera mejor persona.
Ignorando que cuando me besó
ya nunca hubo otras mujeres,
ni antes, ni después.
Tampoco ahora.

Has reducido sin saberlo mi vida a un folio
en el que me reflejo si no escribo.
Y no hay desamor más grande que la falta de amor propio.

Imagino que aceptar la derrota es el modo más seguro de ganar.

No sabes lo horrible que está la ciudad
sin mirarse en tus ojos.
Es como si le quedaran grandes las fachadas
y pequeñas las casas,
como si hubiera comprado deprisa y en rebajas
los paisajes que la rodean.

Hay quien habla de la primavera como si te hubiera conocido.

Me alejo, cuanto más camino,
más me encuentro sin ti,
cuanto más cerca de mi mismo,
más distancia entre nosotros,
cada una de mis huellas,
borra una de tus pisadas.

Se que no puedo olvidarte mientras te busco
y se que no puedo encontrarme si no te olvido.

Lo malo de mi soledad es tu existencia.
Y que ya nunca será lo mismo estar solo,
que estar sin ti.
Y eso no hay corazón que lo soporte.

¿Sabes cuando tienes una herida
en el dedo por ejemplo
y todos los golpes van ahí?

Consejos

Me dijeron que el alcohol curaba las heridas,
hasta las corporales
y bebí, bebí.
Mañana empiezo en un centro de rehabilitación
y no tengo ninguna cicatriz.

Me mencionaron que el tiempo lo cura todo
y dejé que las agujas hicieran círculos constantemente.
He perdido no sé cuántos años
y sigo necesitando un hospital.

Me afirmaron que el amor lo sanaba todo
y yo, ya experto en los consejos
los mandé a todos a la mierda.

domingo, abril 13, 2014

Llámalo como quieras

Claro que creo en el amor,
es el amor el que no cree en mí
si no me miras.

Claro que no me da miedo el amor,
lo que me da pánico es perderlo
si es el tuyo.

Y claro que es amor pero si quieres,
lo llamamos solo sexo
y nos follamos.

sábado, abril 05, 2014

Antes

Hace tiempo escribir poesía
sólo dependía de tu sonrisa,
ahora en cambio escribo,
para que sea la poesía la que me sonría a mí.

Y tengo que reconocer que casi nunca ocurre.

domingo, marzo 09, 2014

Para no perder la esperanza

No recuerdo un invierno tan frío como este desde que te fuiste.
En realidad, no recuerdo otro invierno.
A veces incluso en pleno agosto,
con el sol golpeándome en la nuca
dudo haber salido de él.

Memoria selectiva se llama.
Como si pudieras seleccionar todo aquello que deseas olvidar.
Supongo que en mi caso yo,
debía estar anestesiado o dormido
el día que mis neuronas me hicieron el cuestionario.
De otro modo está claro,
que en el cuadrado que acompañaba  tu nombre
 hubiera marcado olvido con una X gigante.

Y ahora no tendría en la memoria tu boca de viernes,
el olor de tu piel después del baño,
el aroma del baño después de tu piel.
Ni tus manos buscando en el cajón de mis suspiros,
ni mis suspiros buscando tus manos por los cajones.
Tampoco tu sonrisa perfecta los días de lluvia,
ni tu lluvia de sonrisas en los días perfectos.

No recordaría aquel verano,
que la arena era un incendio por tu culpa
que en tu caminar despacio por la orilla
las olas se peleaban por besarte los pies
y aquel subir de marea repentino
para oír que después de un beso
siempre nos quedaba el para siempre.

Sería tan sencillo olvidarte si fuera una elección.
Como elegir el color de las paredes,
o la canción para dormirse,
si este taxi,
aquella chica,
o esa nube.

Y más ahora que emigran
los pájaros perversos de tu tendedero por falta de emociones.
Ahora que nadie sueña con pedirte presupuesto tras las esquinas,
que la niña de tu escote hace preguntas
que silencias con jerseys de cuello alto.

Para ti este invierno también pasará de largo.
Tal vez ni siquiera el frío se atreva
a erizarte la piel sin tu permiso.
No habrá grises que confundas con tristezas
ni truenos que te suenen a mi nombre.

Yo mientras tanto estaré marcando X sobre el escritorio blanco
en otro cualquiera de mis ataques de nostalgia,
invitando a la amnesia a tres copas y un verso,
poniéndole insomnio de nombre
a los hijos que se nos quedaron en promesas.

Y será invierno también cuando termine este invierno.

Pero un día y a eso agarro toda la esperanza
no se cuando, ni me resulta necesario,
el mar volverá a preguntarte por mí
y tú que siempre tuviste claras todas las respuestas
esta vez, no sabrás que contestar.