Hoy después de mucho tiempo me visitó una vieja amiga… la querida y a la vez odiada soledad. ¡Bueno, ya qué! Admito que tiene su encanto de vez en cuando, pero hay veces en que la detesto como no tienes idea, y quisiera que ni siquiera tocara mi puerta.
Lo peor de todo es que cuando hoy tocó a mi puerta tenía una gran maleta ¿Será que piensa quedarse mucho tiempo? Espero que no… porque me tocará aprender a disfrutar de su encanto y simplemente no me provoca. La compañía se me ha vuelto un vicio últimamente y estar solo de nuevo me fastidia. Llegué a mi casa y me di cuenta de que se acabó. Sí, ya se acabó. Mis amigos se van, otros están de vacaciones, el resto en un curso especial. Realmente lo que espero es que sigamos en contacto.
Ya empezó la vocecita fastidiosa en mi cabeza diciendo que todo lo que pasa es para bien, que las cosas mejoran y que los cambios tienen que ocurrir. Aja, yo sé. Pero simplemente no me da la gana llevarme bien con los cambios porque me dan rabia, me duelen y en muchos casos me parecen injustos. Que mañana todo será color de rosa, ¡no me importa! ¡Para mí hoy es negro y yo vivo en presente, no en futuro! Y otra vez la amiga me dice que hasta que no me acostumbre a ella de nuevo no me va a dejar. Qué fastidio. Bueno, quizá esta visita pueda dejarme algo bueno. Después de todo ya he compartido con ella antes, y pensándolo en frío hasta me viene bien de vez en cuando saber de ella…
domingo, febrero 10, 2008
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